Fijos a los carámbanos sus ojos,
mirando al pozo está desde su cielo,
y vistiendo bata blanca de duelo,
la luna, plañe al amanecer rojo.
Van romances llorando sin consuelo,
reflejos de plata y agua ya bajan;
besando el olivo, verde y arcano,
el olivo lorquiano.., compañero.
Brillan fríos, en soledad los luceros,
sobre suaves colinas a lo lejos,
gime la noche, en plegarias y rezos..,
y abrazado al espacio.., el romancero.
El alma se abre, queda.., espiritual,
por el sombrío camino de la pena,
suspiran la menta y la hierbabuena,
recordando a la inocencia inmortal.
No se extinguió la esperanza del candil,
muéstrame blanca luna su camino;
¡Santos campos; negros sonidos; Abrid!
que vuelve el mártir de nuevo a revivir.
Ya no prevalece el lecho mortuorio,
ni el fusil sobre el clavel disparado.
¡Siempre Federico.., resucitado!,
García Lorca.., el padre de La Camborio.
Autor: Manuel Velasco Fdez.
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